Joel ortega Juárez
30.03.2019
No podrá haber cuarta transformación sin el diseño de una política para el mundo del trabajo.
La fuente principal de la desigualdad y la pobreza en México es la situación laboral de millones de asalariados y, peor aún, la gran mayoría de la población económicamente activa considerada como parte de la economía informal, que tiene al 60 por ciento situada ahí, es decir, sin salario, sin derechos de ningún tipo. No tienen días festivos, vacaciones, aguinaldo, retiro, mucho menos pensiones o jubilaciones, tampoco servicios médicos, tampoco vivienda, apoyo para educación a sus familiares; en síntesis, viven en una situación de extrema precariedad.
Ahora al proletariado hay que añadir el precariado y millones de jóvenes sin trabajo y sin educación −aunque cerca de 3 millones serán aprendices de la empresa privada con subsidio estatal por 3 mil 400 pesos mensuales−, además de los campesinos pobres, muchos despojados de sus tierras o sobreviviendo en tierras de temporal, sin crédito para insumos requeridos para la agricultura, convertidos en peones en sus propias tierras y, por todo ello en creciente abandono de las mismas, migrando a zonas del norte del país o directamente a los Estados Unidos.
Todo ese mundo, abrumadoramente mayoritario está en la orfandad política, social y sometido a la dominación cultural que exalta el éxito y la adoración de la propiedad privada.
Sin desconocer las interesantes posturas de la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde (una de las pocas jóvenes del gabinete), en torno a la reforma laboral que ella denomina como el establecimiento de la libertad sindical y aunque por ahora sean solo pronunciamientos, son insuficientes para procesar una política tendiente a dar un viraje hacia el mundo del trabajo.
Las huelgas locas en Matamoros y algunos focos de resistencia en otros sectores y regiones del país, requieren de una estrategia.
Es indiscutible que habrá una nueva conformación política en el medio sindical. Existe la abierta pretensión del senador Napoleón Gómez Urrutia de conformar una central oficialista, quizá en alianza con Elba Esther Gordillo. Algo semejante intenta la Unión Nacional de Trabajadores bajo la dirección del anciano secretario del sindicato de telefonistas y el decano Agustín Rodríguez del STUNAM. También está en la lista el grupo que encabeza el secretario general de los residuos del SME. Todo ello sin olvidar al charrismo tradicional de la CTM, la CROC y demás estructuras en decadencia del corporativismo.
Impulsar una reforma laboral que elimine las bases legales del control corporativo mediante una propuesta de libertad sindical genuina es el punto de partida para construir esa estrategia que dote al proletariado y al precariado de una cabeza propia.
A mi juicio, esta es la tarea central de los que aspiramos a realizar un cambio de raíz, radical, del capitalismo mexicano, no solamente de su faceta neoliberal.
Sin duda que ese proceso no podrá avanzar, negando la inmensa rebelión electoral que triunfó el 1 de julio de 2018. Es una plataforma de gran importancia para reemprender en los términos del siglo XXI, la lucha por la emancipación de los trabajadores y de los nuevos actores del cambio.