lunes 15 de abril de 2019 – 00:57
Julián Andrade
La secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde Luján, está sentada bajo una bomba de tiempo. La Reforma Laboral que se acaba de aprobar en la Cámara de Diputados y que discutirá el Senado, es un avance notable que abrirá las puertas de la democracia en el anquilosado sindicalismo mexicano, pero esto no ocurrirá de modo tranquilo.
Entraremos, por necesidad, en un periodo de crispación, ajustes e inclusive enfrentamientos entre grupos muchas veces antagónicos.
Esto es así, porque son previsibles las disputas por la titularidad de los contratos colectivos en las áreas más importantes del mundo del trabajo, una vez que se instrumente, como obligación legal, la disposición de elecciones libre y de voto secreto en los sindicatos.
Arreciará, también, una disputa por el poder que tiene mucho que ver con el nuevo arreglo político y con los liderazgos que apoyaron a quienes resultaron triunfadores en las pasadas elecciones.
La clave para Alcalde Luján es la de no permitir la sustitución del sindicalismo llamado oficial, por uno igualmente sujeto a los dictados del poder. No hay que cambiar de charros sindicales, sino desterrarlos del espacio público.
Alcalde Luján es la secretaria más joven del gabinete y le tocará enfrentar uno de los eslabones más delicados para garantizar la gobernabilidad y establecer condiciones para la buena marcha de la economía.
Tiene experiencia legislativa y proviene de una familia que está metida, de lleno, en esos asuntos. Su padre, Arturo Alcalde Justiniani es uno de los mejores abogados laborales del país y lejos de ser ello un obstáculo, representa una oportunidad. Su madre, Bertha Luján, cuenta con una larga trayectoria y experiencia política y administrativa. Es una tontería hablar de conflictos de interés, porque estos sólo se configuran ante casos y dinámicas concretas que no tienen que presentarse.
Además, los temas de fondo recaerán en el Poder Judicial, una vez que las Juntas de Conciliación y Arbitraje sean sustituidas por Tribunales Laborales.
Después de todo, van a venir presiones de otros lados y en particular de Estados Unidos y Canadá, desde donde se ha presionado para mejorar las condiciones laborales en México, con la idea de que ello evitará el traslado de las empresas y los empleos que se generan.
Por eso una de las claves del nuevo Tratado de Libre Comercio es justamente la de la libertad sindical. Desde 1991, cuando inició la primera discusión para liberar la economía en América del Norte, uno de los puntos álgidos de la agenda fue el de los derechos de los trabajadores.
En efecto, una bomba de tiempo, pero que puede desactivarse ante un entramado legal con posibilidades de reparar injusticias y dar paso a otras reglas del juego.
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